11/12/12

HANS CHRISTIAN ANDERSEN



1805 - 1875
 
 APUNTES  BIOGRÁFICOS  

 Nació el 2 de abril de 1805 en  un barrio miserable de Odense, en la isla de Fionia, Dinamarca, de familia humildísima en la que su padre ejercía de zapatero remendón, cuya única riqueza consistía en saber leer y escribir . Su madre que era lavandera de oficio, analfabeta y supersticiosa, se quedó viuda cuando el crío cumplió once años. La madre, que luego se casaría en segundas nupcias, tuvo que pedir limosna para sacar adelante al hijo y en la infancia había ejercido la mendicidad, pero como le contaba cuentos a su hijo desde pequeño, influyó en él de gran manera, igual que el padre, quien le construyó un teatrito para que jugase. Su abuelo padecía demencia senil y su abuela trabajaba en el asilo municipal. Cuando su padre murió al regresar de la guerra -se había alistado en el ejército de Napoleón-, la madre volvió a casarse.
Con semejantes antecedentes no es de extrañar que Andersen tuviese una niñez triste y sin instrucción, al estar llena de penurias económicas, agravado a más a más todo ello con que el niño mostraba un aspecto afeminado que sólo le reportaba pullas y burlas de su entorno. Más adelante, y para redondear el cuadro, padeció ataques histéricos, que fueron confundidos por los médicos con epilepsia.
A los once años, al poco de morir su padre, entró de aprendiz en el taller de un tejedor, luego en el de un sastre y, posteriormente, en una fábrica de tabacos. Apocado, tímido, acomplejado, Andersen se convirtió en el pin-pan-pun de sus compañeros de trabajo. En la fábrica de tabacos le llamaban «nenaza». Un día, varios compañeros le cogieron a traición y le bajaron los pantalones para comprobar a que sexo pertenecía.1862
Con catorce años se fugó a Copenhague, ya que poseía una bella voz de soprano y quería iniciar la carrera artística, bien como cantante, bailarín o agente de artistas, y también persiguiendo el sueño de convertirse en un destacado dramaturgo. La crisis que vivía el reino a raíz de las duras condiciones del tratado de paz de Kiel y su escasa formación intelectual obstaculizaron seriamente su propósito.
Hasta los diez y siete pasó bastantes estrecheces teniendo que luchar mucho por alcanzar lo que deseaba, pero a esta edad tuvo la suerte de poder entrar en el Teatro Real, aunque la dicha le durase poco ya que perdió la voz al desarrollarse.
Entonces fue cuando empezó a escribir, contando para ello con la ayuda de Jonás Collin, uno de los directores del Teatro Real, quien le consiguió una beca para entrar en la Escuela de Gramática de Slagelse. Pero su instrucción también fue bastante dura ya que vivía en casa del director del colegio, Simón Meisling, y éste no le escatimaba mano dura con objeto de fortalecer su carácter; para mayor humillación de Hans Christian, los demás alumnos tenían once años.
Sin embargo, con la ayuda de personas adineradas, logró continuar sus estudios, y en 1828 obtuvo el título de bachiller. Un año antes se había dado a conocer con su poema El niño moribundo, que reflejaba el tono romántico de los grandes poetas de la época, en especial los alemanes. En esta misma línea se desarrollaron su producción poética y sus epigramas, en los que prevalecía la exaltación sentimental y patriótica.1869
Siempre con la intercesión de Collin, logró obtener otra beca que le permitió ser admitido en  la Universidad de Copenhague.
Aunque desde 1822 publicó poesía y obras de teatro, su primer éxito fue Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager en los años 1828 y 1829, un cuento fantástico  que imita el estilo del escritor alemán E. T. A. Hoffman. Su primera novela, El improvisador, o Vida en Italia (1835), fue bien recibida por la crítica, y publicó un libro con cuatro cuentos de hadas.
A los veintidós años, tiene la satisfacción de ver representado en escena un drama musical escrito por él, pero el año anterior ya se había estrenado con un primer cuento publicado que se hallaba dentro del estilo fantástico de Hoffmann y los hermanos Grimm.
Hans Christian Andersen era homosexual y sus tempranos amores fueron el actor Riborg Voight y Edvard hijo de Jonás Collin, aunque la atracción sentida hacia este último fue forzosamente platónica ya que Edvard contrajo matrimonio años después, bien que siempre les uniese una gran amistad también compartida por la esposa.
(Se ha dicho, posiblemente para disimular la homosexualidad de Andersen, que el gran amor de su vida fue una joven de gran belleza cantante de ópera,  la sueca Jenny Lind, denominada El Ruiseñor del norte, a la que conoció siendo ya famoso y respetado autor y con quien mantuviera una profunda y poética relación amistosa, por otra parte muy claramente puntualizada en sus memorias:... entonces nació una amistad que tuvo para mí gran importancia en lo espiritual. Según se afirma, ella le inspiró algunos personajes de sus cuentos).
De todas formas, el aspecto físico de Hans Christian nunca fue atractivo. Su rostro de expresión caballuna, su larga nariz y sus ojos tristes no eran los ideales para seducir amorosamente a nadie, y entre unas cosas y otras, infancia desdichada y miserable, trabajo en el que fue vejado, estudios que supieron de muchas burlas, homosexualidad, no es de extrañar que hallase un desahogo en sus cuentos mal llamados infantiles: La sirenita, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El abeto, El patito feo y... 1855 todos los demás. Uno de sus cuentos más famosos, 'El patito feo', es su propia autobiografía. «Siempre se debe llamar a cada cosa por su nombre, pero, si uno no se atreve, debe hacerlo en un cuento», escribió.
Los Cuentos de Andersen han dado en llamarse “cuentos de hadas”, error muy común que engloba en tal denominación cuentos en los que no sale ninguna o escasas;  concretamente en los de Andersen tal vez podamos aplicarle ese título, con reservas, a El jardín del Paraíso.
El autor danés, en quien influyeron poderosamente las lecturas de Goethe, Schiller y E.T.A. Hoffmann. fue escribiéndolos entre 1835 y 1872, consiguiendo con sus argumentos, lejos de los cauces acostumbrados al haber pocos finales felices, y dentro de una original línea muy personal y atractiva completamente innovadora, alcanzar el éxito.
Andersen llegó a ser un gran viajero, ya que a partir de 1831, empezando a ser un reconocido autor, inició sus viajes por Europa frecuentando en París a Víctor Hugo y a Dumas padre, entre otros y en Londres a Charles Dickens con quien estableció lazos de admiración compartida ya que sus infancias no dejaban de encerrar similitudes.
Todo este nivel desahogado de vida, lo consiguió gracias a una beca de estudios otorgada por su rey, que más tarde, en 1838, se completaría con otra mensual de literatura que le pondría a salvo de penurias económicas.
Durante su estancia en el Reino Unido, asimiló el estilo de su amigo Dickens, cuyo poderoso realismo, al parecer, fue uno de los factores que le ayudaron a encontrar el equilibrio entre realidad y fantasía, en un estilo que tuvo su más lograda expresión en una larga serie de cuentos. Inspirándose en tradiciones populares y narraciones mitológicas extraídas de fuentes alemanas y griegas, así como de experiencias particulares, entre 1835 y 1872 escribió 168 cuentos - protagonizados por personajes de la vida diaria, héroes míticos, animales y objetos animados - que han sido traducidos a mas de 80 idiomas y han sido adaptados a obras de teatro, ballets, películas y obras de escultura y pintura .Fotografía de 1865
Dirigidas en principio al público infantil, aunque admiten sin duda la lectura a otros niveles, los cuentos de Andersen se desarrollan en un escenario donde la fantasía forma parte natural de la realidad y las peripecias del mundo se reflejan en historias que, no exentas de un peculiar sentido del humor, tratan de los sentimientos y el espíritu humanos.
En la línea de autores como Charles Perrault y los hermanos Grimm, el escritor danés identificó sus personajes con valores, vicios y virtudes para, valiéndose de elementos fabulosos, reales y autobiográficos, como en el cuento El patito feo, describir la eterna lucha entre el bien y el mal y dar fe del imperio de la justicia, de la supremacía del amor sobre el odio y de la persuasión sobre la fuerza; en sus relatos, los personajes más desvalidos se someten pacientemente a su destino hasta que el cielo, en forma de héroe, hada madrina u otro ser fabuloso, acude en su ayuda y la virtud es premiada.
En 1835, ya de regreso en su país, alcanzó cierta fama con la publicación de su novela El improvisador, a la que siguieron en los años siguientes O.T. y Tan sólo un violinista, entre otras, piezas teatrales como El mulato y una autobiografía, La verdadera historia de mi vida.
Entre 1840 y 1857, marchó de Europa a Asia Menor y luego a África, experiencias que le llevaron a escribir libros de viajes y también sus memorias: El cuento de hadas de mi vida.
Durante 1862 y 1863 viajó a España. Después de visitar un país -fue un viajero infatigable- se sentaba a la mesa y escribía sus impresiones. De España le encantó Málaga. «En ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso como en Málaga». De la urbe andaluza le encandilaron la luz, el mar y el carácter alegre y vivaracho de la gente. De Barcelona salió horrorizado por una corrida de toros que le invitaron a presenciar. En Vitoria respiró el ambiente posbélico y prebélico, dentro de unas guerras carlistas que parecían no tener fin. Al igual que a Dumas y a Gautier, le sorprendió, para mal, el sabor del gazpacho. La tortilla de patatas, en cambio, le gustó.

«Yo vi la preciosa cara de España y no la olvidaré nunca», dejó escrito en su libro 'Viaje a España'. Nuestro país le inspiró el relato 'El traje del emperador', una divertida sátira donde critica la adulación y la hipocresía.
1875
Para esa epoca, los honores no dejan de llover sobre él, ya que el rey le concede el título de Consejero del Estado y un año más tarde se le declara ciudadano ilustre.
Hans Christian Andersen abandonó este mundo en su hogar en Rolighead, que era la casa del matrimonio Melchior quienes estuvieron junto a él en sus años postreros cuidándole.
Murió el 4 de agosto de 1875 de un cáncer de hígado, pero, afortunadamente, disfrutando de la admiración y el afecto del público que no ha dejado nunca de serle fiel desde entonces.
O lo que es lo mismo, en sus propias palabras: Nunca soñé en llegar a alcanzar tanta felicidad cuando era sólo un patito feo.








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