Cuando sentí tus dedos disfrutando,
junto a la piel que esconde mis anhelos,
el dormido volcán fue despertando,
y tu seguiste al punto acariciado,
aquel lugar donde se forja el fuego.
A tu boca mi boca se entregaba.
Celosa sucumbía ante tu pecho.
Rendida a su pasión se desbordaba,
rugiendo con sus labios que te amaba,
perdida en la dulzura de tu lecho.
Al fin nuestras cinturas se encontraron,
con nuestras dos espadas combatimos
y entre nuestro sudor nos recreamos
y entrelazamos fuerte nuestros sinos,
sembrando de placer nuestros caminos,
unidos firmamente por las manos.
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